Es vox populi que
“en Tumaco el horario lo impone la marea”. Lo sabe la Iglesia diocesana,
misionera y servidora, a lo largo y ancho de un territorio que comprende la
mitad del departamento de Nariño (aproximadamente 15.500 Km2),
incluyendo 360 Km de costa sobre el océano Pacífico, donde el principal medio
de transporte es marítimo y fluvial.
Por eso, el encuentro de casi cien
delegados diocesanos, provenientes de ocho municipios (Barbacoas; Francisco Pizarro-Salahonda; El Charco;
Olaya Herrera-Satinga; Magüí-Payan; Roberto Payán-San José; Mosquera; y La Tola),
para celebrar su asamblea anual, representa una auténtica odisea, con los
tiempos y la inversión que ello representa.
Y sin embargo, en la casa “Estrella del Mar”, en la Isla de
Tumaco, durante tres días del mes de octubre (del 10 al 12), laicos y
religiosos, hombres y mujeres, jóvenes y veteranos, presbíteros y misioneros,
se encontraron, animados por monseñor Julio Enrique Prado Bolaños –obispo de
Pasto y administrador apostólico de Tumaco– para evaluar el caminar de la
diócesis y coordinar las acciones pastorales que se desarrollarán durante el
próximo año, en clima de comunión y siguiendo la metodología prospectiva del
Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización (PDRE)
Iglesia servidora
Proyectar la misión de una Iglesia
servidora que se identifica con la utopía del Reino de Dios, en procura de
dignidad, justicia y paz, no es tarea fácil en una región que desde hace varios
años registra inaceptables records nacionales de muertes
violentas y graves niveles de deterioro social que, de acuerdo con monseñor
Prado, han sido generados por el abandono gubernamental, la minería ilegal que
envenena los ríos, la corrupción administrativa que se apodera de los pocos auxilios
que llegan, la ineficacia de la justicia, y la violencia que deviene de los
grupos ilegales que actúan en la zona. “Hay regiones donde la única voz de
esperanza es la Iglesia, particularmente a través de la Pastoral Social”,
asegura el obispo, enfatizando que “la Iglesia siempre ha trabajado por la
paz”, en diversos sectores como la educación, la salud, la cultura y la
promoción social, donde se vislumbra que “verdaderamente la Iglesia es una
fuerza de cohesión”.
La Pastoral Juvenil, por ejemplo, ha
logrado desarrollar diversas iniciativas con nuevos lenguajes, como relata
Neisy Tenorio: “luego de realizar un taller con el grupo Alianza Urbana Quibdó,
algunos jóvenes conformamos un grupo de música hip-hop par decir no a la
violencia, humanizar la salud y denunciar la corrupción. Nuestro próximo tema
tendrá un tono más propositivo, relacionado con nuestra cultura afro”.
También Yolanda Paz Estupiñán, quien
hace parte del grupo de Apóstoles de la Palabra e integra el “Teatro por la paz”,
a sus 59 años realiza su misión evangelizadora recuperando e inculturando las
fuentes ancestrales que identifican al pueblo afro del Pacífico nariñense.
Son grandes los esfuerzos de la
Diócesis de Tumaco por la paz. Tanto así que muchos de los asambleístas no
terminan de comprender cómo en el plebiscito para refrendar los Acuerdos de Paz
de La Habana se impuso el ‘no’, contrario a lo que ocurrió en estos márgenes
del país, donde el 71,2% votó por el ‘sí’. “Quienes hemos vivido la violencia
en carne viva, decidimos perdonar. La gente en el interior del país que votó
por el ‘no’, en realidad no sabe lo que es despertar todos los días con la
incertidumbre de los atentados y los silbidos de las balas sobre tu cabeza”,
comenta el presbítero Jimmy Angulo, párroco de El Charco.
Aunque el cese al fuego entre la
guerrilla de las FARC y las fuerzas armadas han reducido sensiblemente los
índices de violencia, el padre Daniele Zarantonello, misionero comboniano,
considera que “la problemática está latente especialmente si se considera que
estamos en una región que es un corredor estratégico para el narcotráfico,
donde convergen múltiples intereses y grupos violentos”.
Acentuando la ‘cultura del encuentro’ y apelando a la
espiritualidad de comunión, la XXV Asamblea Diocesana discernió qué es lo que
Dios quiere de esta porción de la Iglesia en Tumaco en sus cinco zonas
pastorales y 18 parroquias. Por ello, la mediación del padre Pedro Figueroa, de
la diócesis de San Gil, experto en la metodología del PDRE, fue valorada
positivamente. Al final, con los aportes de los grupos de trabajo de las
comisiones y los servicios pastorales, fueron definidas tanto la meta como las
actividades que serán desarrolladas durante 2017, con la intención de
“acercarse y escuchar la Palabra de Dios desde la Sagrada Escritura”,
fortaleciendo así la identidad de la Iglesia de Tumaco: misionera y
comprometida con la paz. En este sentido, “el PDRE nos ha permitido
organizarnos y fortalecer nuestra misión de forma colegiada e intencianada”,
apunta el padre Juan Carlos Valencia, vicario pastoral de la diócesis.
Celebraciones como el día de las víctimas (el 9 de abril), el día de la
afrocolombianidad (el 21 de mayo), el día del medio ambiente (el 4 de octubre)
y el mes de la Biblia (en septiembre), hacen parte de las acciones
significativas que tendrán lugar en 2017.
Testigo de la paz
Entre los múltiples testimonios que inspiran los itinerarios
diocesanos, Ulrike Purrer, de la Misión de Belén, evoca la
notable sencillez y la total disponibilidad del obispo emérito Gustavo Girón
Higuita, carmelita misionero y “pastor con olor a oveja” durante 25 años, desde
antes de que el antiguo vicariato apostólico fuera erigido como diócesis en
1999. “Con su forma de ser siempre le apostó a la paz en las zonas urbanas y
rurales, llegaba a donde fuera necesario. Recuerdo que en una oportunidad
teníamos unas confirmaciones en una vereda y monseñor llegó tarde porque tuvo
que viajar muchas horas en transporte público ya que su auto se había averiado.
Él no tenía conductor y era muy descomplicado, vivía la pobreza, era cercano a
todos y nos apoyaba en todo”. Su renuncia por límite de edad fue aceptada por
el papa Francisco en julio de 2015, cuando el obispo de Pasto asumió la
administración apostólica de la diócesis. Se espera que para marzo de 2017 sea
nombrado el nuevo obispo de Tumaco.
Homenaje a Yolanda Cerón
En la memoria de la Iglesia tumaqueña permanece el testimonio
martirial de Yolanda Cerón, asesinada en 2001, siendo directora de la Pastoral
Social, por su compromiso audaz en la defensa de los derechos de las
comunidades más pobres y excluidas del Pacífico nariñense, en especial de las
poblaciones afro –que representan el 95%– y de los indígenas. “El pasado 19 de
septiembre, al cumplirse 15 años de su asesinato, se realizó un emotivo
homenaje: desde la puerta de Pastoral Social hasta la esquina del parque Nariño
donde fue baleada, al frente de la Iglesia de la Merced, recorrimos en silencio
sus últimos pasos. Como ella perteneció a la Compañía de María, al final del
camino, que fue iluminado con 15 velas, me invitaron a descubrir la escultura
que fue instalada justamente en el lugar donde murió”, comenta la religiosa Luz
Eugenia Vallejo, superiora de la comunidad de La Playa, de la Compañía de
María, en Salahonda.
Fotos y texto mando en su integridad del blog: En la tierra como en el cielo. Sociedad, Cultura & Religión, de Oscar Elizalde.
http://sociedadculturayreligion.blogspot.com.co/2017/01/diocesis-de-tumaco-en-son-de-paz-i.html