Q'hubo Cali - 20 de octubre de 2013 (p. 2-3 y contracarátula)
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Por Yesid Toro, reportero de Q'hubo
“Yo no tengo nada más que decir, ya todo se ha dicho”.
Después de dos días buscándolo para entrevistarlo, después de siete meses de silencio en los medios, el obispo de Buenaventura, monseñor Héctor Epalza Quintero, aceptó hablar.
Su silencio, desde marzo pasado, no es de cobardía. Es rabia, impotencia, dolor. La última vez que levantó públicamente su voz fue para decir que Buenaventura es una vergüenza mundial, que hay barrios donde pican a la gente dentro de las viviendas, que hay grupos armados que se quieren meter a los colegios para reclutar a los niños, que lo del Puerto debe ser considerado un caso especial de lesa humanidad. Entonces, fue nuevamente señalado por algunos como un alarmista.
Pero la gente sabe que cuando 'Moncho', como le llaman cariñosamente los feligreses, alza su voz es porque en ella lleva miles de confesiones y súplicas de quienes no pueden decir nada por temor a que los maten. Otros quizás ya están muertos.
Recientemente a los únicos a los que ha dedicado su tiempo han sido las desconsoladas madres y a los padres, a las esposas y a los hijos, a las viudas que llegan a su despacho trastornadas por las atrocidades vividas: un hijo al que hallaron desmembrado, una hija violada, una esposa enferma de cáncer y de tristeza tras el asesinato de su esposo, una mujer que oyó cómo un hombre suplicaba que no lo mataran en una de esas 'casas de pique' a pocas casas de la suya, un familiar desaparecido.
"EL MEJOR SERVICIO QUE LE PUEDO PRESTAR A LA GENTE ES HABLAR POR ELLOS". Dijo monseñor cuando se le preguntó por sus pronunciamientos contra el gobierno local.
"LA VIOLENCIA HA ENFERMADO A LA GENTE, LE HA HECHO PERDER SUS VALORES".
En este caso monseñor se refirió a los que padecen la violencia, pero también a los que han aprendido a tener connivencia con la corrupción.
Monseñor sale de su oficina en la Diócesis de Buenaventura escoltado por dos hombres. Eso recuerda que aquel santandereano de cabellera blanca y de ojos pequeños es amado por miles y odiado por unos pocos que lo quieren callar, asesinarlo.
En 2006 tuvo que salir de la ciudad. La Nunciatura en Colombia le recomendó abandonar Buenaventura por las amenazas de muerte que recibió tras denunciar la filtración del crimen organizado en la Policía del Puerto.
También ha sido amenazado por la guerrilla, por los paramilitares, por las bandas criminales, y amedrentado muchas veces por sectores oficiales, de las fuerzas armadas y hasta por políticos locales.
Precisamente son los alcaldes los que menos se la han llevado bien con Monseñor. No tuvo buena relación con Saulo Quiñónez, ni con José Félix Ocoró.
Y ahora, en los pasillos del CAM, los amigos del alcalde Bartolo Valencia dicen que monseñor es un "alarmista y un bochinchero". De hecho, el alcalde, la principal autoridad civil de la cuidad, y monseñor Epalza, el máximo representante de la Iglesia Católica, no se hablan mucho.
Monseñor se ha levantado como el vocero de miles de bonaverenses que no sólo sufren por la violencia. La pobreza extrema, el desempleo, la falta de infraestructura y la corrupción son otros males que el jerarca católico quiere ayudar a curar.
- Usted dice que ya no tiene más qué decir. Pero cuando está frente a tantos feligreses que se abrazan en la misa, ¿no cree que vale la pana segur siendo la voz que clame por ellos?
"Claro. La lucha por la verdad sigue. La situación de Buenaventura amerita tener estos soldados de la fe y de la verdad, gente sirviendo y buscando esos caminos de solución. Más que denunciar hay que tocar las puertas de los que tienen en sus manos el poder: el alcalde, el gobernador, el Gobierno Nacional”.
La seguridad de Monseñor ha sido redoblada desde que denunció hace unas semanas que en un colegio de la Comuna 12 varios hombres armados intentaron reclutar a unos estudiantes. Dura situación para un nortesantandereano que nunca imaginó llegar a ser obispo de Buenaventura.
Héctor Epalza vivió de niño en una finca ganadera de su abuelo, en el municipio de Convención, donde su padre era el administrador.
"Era un pueblito sano", recuerda. "Pero la guerrilla acabó con todo. Mi familia era raizal, aunque el apellido Epalza procede del Valle de Orozco en el País Vasco, y creo que por eso hay pocos Epalza”.
Esos años, entre vacas, ovejas y caballos lo conectaron con la naturaleza. Y con algo que todo servidor cristiano debe tener: el pastoreo de sus ovejas. “Hay que estar untados de ovejas, a eso nos mandó el Señor”.
Cuando tenía 15 años, parte de ocurre de su familia migró a Cali. Y el niño que pasaba sus días entre corrales y tardes calurosas del oriente comenzó a ver cómo el destino le mostraba adónde iba a llegar. Ingresó al Seminario Menor de la Arquidiócesis de Cali.
Monseñor lleva 9 años en Buenaventura. Tiene 73 años de edad y 43 años de trabajo pastoral desde que fue ordenado sacerdote el 14 de julio de 1965, para convertirse en el primer sacerdote de la Arquidiócesis de Cali.
Actualmente está al frente de 17 parroquias del área urbana y tres del área rural de Buenaventura. Es el pastor de 400 mil ovejas.
- ¿Qué lo llevó a convertirse en sacerdote?
"Siempre estuve en contacto con la pobreza. En las primeras parroquias de Cali: la de San Alberto Magno y la Santísima Trinidad; en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Robles, Valle. Siempre ha habido injusticias y eso hace que uno se comprometa más”.
A Buenaventura fue por primera vez cuando tenía 17. Guarda con cariño una anécdota con el entonces obispo de esa ciudad, monseñor Gerardo Valencia, en el año 1968. "Aquí mismo donde estamos - la casa cural de la Catedral de San Buenaventura - monseñor Valencia me sirvió el desayuno. ¡Qué iba a imaginar él que le estaba sirviendo al que un día sería su predecesor!".
- Y de esa Buenaventura a la de ahora, ¿qué ha cambiado?
“No mucho. Para mí es motivo de alegría ir a los barrios y que la gente me agradezca por decir la verdad de lo que pasa. Pero lo doloroso es cuando uno ve gente sumida en el miedo. Doloroso porque uno oye por las emisoras la lectura de un comunicado de la ciudadanía en un barrio clamando para que para que cese el reclutamiento. Eso está llenando de miedo a la gente, sobre todo a los padres y a las madres”.
Semana de dolor
Recientemente se realizó la Semana por la Paz en Buenaventura; la celebración la empañaron varios asesinatos, entre ellos el de un hombre cuyo cuerpo fue desmembrado en un barrio donde mons. Epalza celebró una jornada con la comunidad. Este caso fue denunciado por él.
- Uno recorre los barrios y oye hablar sobra niños que recogen partas de los cuerpos en bajamar, muertos destrozados a machete, golpizas a repartidores de leche por no pagar 'vacuna', sólo por enumerar algunas atrocidades. ¿Qué otras barbaries están ocurriendo?
"Ojalá fueran casos aislados como dicen aquí las autoridades. Pero es una realidad y ocurre en los barrios. A mi despacho llegan sobre todo mujeres enfermas y angustiadas. La gente en Buenaventura está enferma psicológicamente por culpa de la violencia. Esta cadena de barbarie no es un invento, peor es la indiferencia. Ojalá las autoridades se dedicaran a acabar con esta inhumanidad”.
ALGO QUE PASA TODOS LOS DÍAS EN BUENAVENTURA ES EL DESPLAZAMIENTO FORZADO. OCURRE MUCHO EN LA COMUNA DOCE.
- Uno ve mucho dinero en las calles; carros lujosos y gente que toma licor casi todos los días. ¿Por qué esta opulencia en medio de tanta miseria?
“Buenaventura es una ciudad de contrastes. Aquí más de la mitad de la gente es espectadora de la riqueza. Lo que usted vio, esa opulencia, es un lunar en medio de tanta pobreza".
- Cuando usted alza la voz todos se molestan. ¿Qué les mandan a decir?
"Hay una molestia muy grande porque aquí hay mucha gente que quiere que yo sea como un perro mudo. Pero seré quien siga ladrando, gritando. No me van a callar. Esos que se molestan viven en una Buenaventura imaginaria, ¡pero que vayan a los barrios donde está la barbarie! ¡Donde está la pobreza! Esa Buenaventura no parece que viviera en el Siglo XXI".
155 homicidios van en Buenaventura en 2013: Medicina Legal.
- ¿Usted no le jala las orejas a sus feligreses por escoger malos gobernantes?
“Un rector de la Universidad Nacional dijo que hay dos cánceres que se comen el Pacífico colombiano: la corrupción y la falta de infraestructura. La gente vende los votos pero olvidan que se cargan un problema para cuatro años. La corrupción se debe acabar, es lo que no deja progresar a un pueblo. En Buenaventura, en los 9 años que llevo nunca se ha hecho una gran obra. Miren nada más la doble calzada Mediacanoa-Buenaventura".
- ¿Habla con el alcalde Bartolo Valencia?
"Muy pocas veces. No hemos conversado mucho”.
Al comienzo de este diálogo usted dijo que no tenía nada más que decir. ¿Está cansado de hablar y que al Gobierno no actúe?
“Uno se fatiga, pero Dios me da la fuera. Los otros obispos me han apoyado, la ONU, y la gente. Así que la gente es lo más importante y hay que luchar por ellos".
Monseñor, mientras responde limpia el sudor de su frente y mira el reloj. Acaba de realizar una misa de dos horas donde pidieron por la beatificación de Luis Amigó, creador de los Terciarios Capuchinos. A su lado, los dos escoltas observan cada movimiento y ojean a cada persona que quiere acercarse en prelado.
Además de las largas filas para recibir la comunión, al final de la ceremonia, los feligreses hacen otra para tomarse una foto con monseñor, para saludarlo o para contarle algún dolor.
No es sólo ese héroe de carne y hueso al que hallan a toda hora, sino que es su pastor, el que habla por ellos y es capaz de contar esas terribles violencias que los fusiles y las pistolas callan.
- ¿Tiene miedo de que lo maten?
"El único dueño de la vida es Dios. Desgraciadamente en esta situación hay gente que cree que puede acabar con la vida de uno. Hay sicarios, actores armados. Yo estoy en peligro, pero en Buenaventura todos estamos en peligro de muerte. Quienes crean que esa es la solución los invito a cambiar; recuerden que Dios los llamará a cuentas. Y como dice la Biblia: el que a hierro mata, a hierro muere”.
“Yo no tengo nada más que decir, ya todo se ha dicho”.
Después de dos días buscándolo para entrevistarlo, después de siete meses de silencio en los medios, el obispo de Buenaventura, monseñor Héctor Epalza Quintero, aceptó hablar.
Su silencio, desde marzo pasado, no es de cobardía. Es rabia, impotencia, dolor. La última vez que levantó públicamente su voz fue para decir que Buenaventura es una vergüenza mundial, que hay barrios donde pican a la gente dentro de las viviendas, que hay grupos armados que se quieren meter a los colegios para reclutar a los niños, que lo del Puerto debe ser considerado un caso especial de lesa humanidad. Entonces, fue nuevamente señalado por algunos como un alarmista.
Pero la gente sabe que cuando 'Moncho', como le llaman cariñosamente los feligreses, alza su voz es porque en ella lleva miles de confesiones y súplicas de quienes no pueden decir nada por temor a que los maten. Otros quizás ya están muertos.
Recientemente a los únicos a los que ha dedicado su tiempo han sido las desconsoladas madres y a los padres, a las esposas y a los hijos, a las viudas que llegan a su despacho trastornadas por las atrocidades vividas: un hijo al que hallaron desmembrado, una hija violada, una esposa enferma de cáncer y de tristeza tras el asesinato de su esposo, una mujer que oyó cómo un hombre suplicaba que no lo mataran en una de esas 'casas de pique' a pocas casas de la suya, un familiar desaparecido.
"EL MEJOR SERVICIO QUE LE PUEDO PRESTAR A LA GENTE ES HABLAR POR ELLOS". Dijo monseñor cuando se le preguntó por sus pronunciamientos contra el gobierno local.
"LA VIOLENCIA HA ENFERMADO A LA GENTE, LE HA HECHO PERDER SUS VALORES".
En este caso monseñor se refirió a los que padecen la violencia, pero también a los que han aprendido a tener connivencia con la corrupción.
Acompañando a un grupo de mujeres víctimas de la desaparición forzada durante un plantón por la paz |
En 2006 tuvo que salir de la ciudad. La Nunciatura en Colombia le recomendó abandonar Buenaventura por las amenazas de muerte que recibió tras denunciar la filtración del crimen organizado en la Policía del Puerto.
También ha sido amenazado por la guerrilla, por los paramilitares, por las bandas criminales, y amedrentado muchas veces por sectores oficiales, de las fuerzas armadas y hasta por políticos locales.
Precisamente son los alcaldes los que menos se la han llevado bien con Monseñor. No tuvo buena relación con Saulo Quiñónez, ni con José Félix Ocoró.
Y ahora, en los pasillos del CAM, los amigos del alcalde Bartolo Valencia dicen que monseñor es un "alarmista y un bochinchero". De hecho, el alcalde, la principal autoridad civil de la cuidad, y monseñor Epalza, el máximo representante de la Iglesia Católica, no se hablan mucho.
Monseñor se ha levantado como el vocero de miles de bonaverenses que no sólo sufren por la violencia. La pobreza extrema, el desempleo, la falta de infraestructura y la corrupción son otros males que el jerarca católico quiere ayudar a curar.
- Usted dice que ya no tiene más qué decir. Pero cuando está frente a tantos feligreses que se abrazan en la misa, ¿no cree que vale la pana segur siendo la voz que clame por ellos?
"Claro. La lucha por la verdad sigue. La situación de Buenaventura amerita tener estos soldados de la fe y de la verdad, gente sirviendo y buscando esos caminos de solución. Más que denunciar hay que tocar las puertas de los que tienen en sus manos el poder: el alcalde, el gobernador, el Gobierno Nacional”.
La seguridad de Monseñor ha sido redoblada desde que denunció hace unas semanas que en un colegio de la Comuna 12 varios hombres armados intentaron reclutar a unos estudiantes. Dura situación para un nortesantandereano que nunca imaginó llegar a ser obispo de Buenaventura.
Héctor Epalza vivió de niño en una finca ganadera de su abuelo, en el municipio de Convención, donde su padre era el administrador.
"Era un pueblito sano", recuerda. "Pero la guerrilla acabó con todo. Mi familia era raizal, aunque el apellido Epalza procede del Valle de Orozco en el País Vasco, y creo que por eso hay pocos Epalza”.
Esos años, entre vacas, ovejas y caballos lo conectaron con la naturaleza. Y con algo que todo servidor cristiano debe tener: el pastoreo de sus ovejas. “Hay que estar untados de ovejas, a eso nos mandó el Señor”.
Cuando tenía 15 años, parte de ocurre de su familia migró a Cali. Y el niño que pasaba sus días entre corrales y tardes calurosas del oriente comenzó a ver cómo el destino le mostraba adónde iba a llegar. Ingresó al Seminario Menor de la Arquidiócesis de Cali.
Monseñor lleva 9 años en Buenaventura. Tiene 73 años de edad y 43 años de trabajo pastoral desde que fue ordenado sacerdote el 14 de julio de 1965, para convertirse en el primer sacerdote de la Arquidiócesis de Cali.
La comunidad quiere a mons. Epalza; reconoce su capacidad de escuchar. |
- ¿Qué lo llevó a convertirse en sacerdote?
"Siempre estuve en contacto con la pobreza. En las primeras parroquias de Cali: la de San Alberto Magno y la Santísima Trinidad; en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Robles, Valle. Siempre ha habido injusticias y eso hace que uno se comprometa más”.
A Buenaventura fue por primera vez cuando tenía 17. Guarda con cariño una anécdota con el entonces obispo de esa ciudad, monseñor Gerardo Valencia, en el año 1968. "Aquí mismo donde estamos - la casa cural de la Catedral de San Buenaventura - monseñor Valencia me sirvió el desayuno. ¡Qué iba a imaginar él que le estaba sirviendo al que un día sería su predecesor!".
- Y de esa Buenaventura a la de ahora, ¿qué ha cambiado?
“No mucho. Para mí es motivo de alegría ir a los barrios y que la gente me agradezca por decir la verdad de lo que pasa. Pero lo doloroso es cuando uno ve gente sumida en el miedo. Doloroso porque uno oye por las emisoras la lectura de un comunicado de la ciudadanía en un barrio clamando para que para que cese el reclutamiento. Eso está llenando de miedo a la gente, sobre todo a los padres y a las madres”.
Semana de dolor
Recientemente se realizó la Semana por la Paz en Buenaventura; la celebración la empañaron varios asesinatos, entre ellos el de un hombre cuyo cuerpo fue desmembrado en un barrio donde mons. Epalza celebró una jornada con la comunidad. Este caso fue denunciado por él.
- Uno recorre los barrios y oye hablar sobra niños que recogen partas de los cuerpos en bajamar, muertos destrozados a machete, golpizas a repartidores de leche por no pagar 'vacuna', sólo por enumerar algunas atrocidades. ¿Qué otras barbaries están ocurriendo?
"Ojalá fueran casos aislados como dicen aquí las autoridades. Pero es una realidad y ocurre en los barrios. A mi despacho llegan sobre todo mujeres enfermas y angustiadas. La gente en Buenaventura está enferma psicológicamente por culpa de la violencia. Esta cadena de barbarie no es un invento, peor es la indiferencia. Ojalá las autoridades se dedicaran a acabar con esta inhumanidad”.
ALGO QUE PASA TODOS LOS DÍAS EN BUENAVENTURA ES EL DESPLAZAMIENTO FORZADO. OCURRE MUCHO EN LA COMUNA DOCE.
- Uno ve mucho dinero en las calles; carros lujosos y gente que toma licor casi todos los días. ¿Por qué esta opulencia en medio de tanta miseria?
“Buenaventura es una ciudad de contrastes. Aquí más de la mitad de la gente es espectadora de la riqueza. Lo que usted vio, esa opulencia, es un lunar en medio de tanta pobreza".
Mons. Epalza sonríe entre 2 mujeres, mientras sus escoltas lo cuidan en la catedral. |
"Hay una molestia muy grande porque aquí hay mucha gente que quiere que yo sea como un perro mudo. Pero seré quien siga ladrando, gritando. No me van a callar. Esos que se molestan viven en una Buenaventura imaginaria, ¡pero que vayan a los barrios donde está la barbarie! ¡Donde está la pobreza! Esa Buenaventura no parece que viviera en el Siglo XXI".
155 homicidios van en Buenaventura en 2013: Medicina Legal.
- ¿Usted no le jala las orejas a sus feligreses por escoger malos gobernantes?
“Un rector de la Universidad Nacional dijo que hay dos cánceres que se comen el Pacífico colombiano: la corrupción y la falta de infraestructura. La gente vende los votos pero olvidan que se cargan un problema para cuatro años. La corrupción se debe acabar, es lo que no deja progresar a un pueblo. En Buenaventura, en los 9 años que llevo nunca se ha hecho una gran obra. Miren nada más la doble calzada Mediacanoa-Buenaventura".
- ¿Habla con el alcalde Bartolo Valencia?
"Muy pocas veces. No hemos conversado mucho”.
Al comienzo de este diálogo usted dijo que no tenía nada más que decir. ¿Está cansado de hablar y que al Gobierno no actúe?
“Uno se fatiga, pero Dios me da la fuera. Los otros obispos me han apoyado, la ONU, y la gente. Así que la gente es lo más importante y hay que luchar por ellos".
Monseñor, mientras responde limpia el sudor de su frente y mira el reloj. Acaba de realizar una misa de dos horas donde pidieron por la beatificación de Luis Amigó, creador de los Terciarios Capuchinos. A su lado, los dos escoltas observan cada movimiento y ojean a cada persona que quiere acercarse en prelado.
Además de las largas filas para recibir la comunión, al final de la ceremonia, los feligreses hacen otra para tomarse una foto con monseñor, para saludarlo o para contarle algún dolor.
No es sólo ese héroe de carne y hueso al que hallan a toda hora, sino que es su pastor, el que habla por ellos y es capaz de contar esas terribles violencias que los fusiles y las pistolas callan.
- ¿Tiene miedo de que lo maten?
"El único dueño de la vida es Dios. Desgraciadamente en esta situación hay gente que cree que puede acabar con la vida de uno. Hay sicarios, actores armados. Yo estoy en peligro, pero en Buenaventura todos estamos en peligro de muerte. Quienes crean que esa es la solución los invito a cambiar; recuerden que Dios los llamará a cuentas. Y como dice la Biblia: el que a hierro mata, a hierro muere”.