Animadas y animados por la
fuerza espiritual de nuestros mártires y profetas, por la fortaleza de
los pueblos aimara, quichua, quechua, nonam, embera y afroamericanos,
en el 25 aniversario de la resurrección de monseñor Leonidas Proaño,
nos reunimos en Quito, Ecuador, 52 organizaciones indígenas,
afrodescendientes, mestizas, teólogas y teólogos, mujeres y hombres
solidarias y solidarios del mundo, provenientes de los pueblos de
Bolivia, Ecuador, Perú, España, Costa Rica, Cuba, Panamá y Colombia, a
ver, juzgar y acordar líneas de acción en torno a la Pachamama, el
territorio y la territorialidad en contextos de capitalismo global.
Vimos, escuchamos, sentimos con indignación, pero
también con esperanza, las denuncias y la creativa resistencia de las
comunidades de Cajamarca, Perú, de Alto Guayabal en Colombia, que
resisten a la voracidad de la minería transnacional en sus territorios.
Escuchamos también con perplejidad el avance en Ecuador de
monocultivos de brócoli en territorios indígenas en Cotopaxi, el
momocultivo de palma aceitera en Esmeraldas y la profunda preocupación
por el anuncio de explotación petrolera que afecta la reserva del
Yasuní; la expansión del monocultivo de soya en el área fronteriza de
Bolivia con Paraguay; la expropiación de comunidades indígenas en Panamá
para la extensión ganadera y, en Colombia, la explotación petrolera en
la zona de reserva de la Perla Amazónica, la ocupación de tierras para
el puerto de Agua Dulce en Bajo Calima, el avance de la palma aceitera,
el banano plátano de exportación y la minería extensiva en territorios de
las comunidades negras de Curvaradó y Jiguamiandó, el desarrollo
inconsulto de obras de infraestructura vial en el Cacarica, por parte
de transnacionales y algunos gobiernos, afectando las fuentes de agua,
fracturando los procesos comunitarios, amenazando la soberanía
alimentaria.
Tomamos conciencia (gracias al acierto metodológico que combinó
los testimonios directos de las víctimas resistentes con los análisis
locales y globales) que estos casos no son aislados, sino que ilustran
la voracidad del capitalismo, que en los últimos diez años pretende
resolver su crisis financiera, ambiental, energética, ecológica,
alimentaria adquiriendo tierras en todo el mundo para la extracción
minera y de petroleo, la producción de agrocombustibles, alimentos para
animales, el negocio de la conservación, la explotación de bosques y el
negocio de la alimentación.
Esta etapa del acaparamiento de tierra desplaza con violencia a los
propietarios verdaderos de las tierras, destruye con sus maquinas
lugares sagrados de las comunidades, contamina fuentes de agua e
intensifica el desarraigo de niñas, niños, jóvenes que se ven
presionados a abandonar el campo y acrecentar los cinturones de miseria
en la ciudades.
Estas inversiones del capital están respaldadas por
militares que adelantan políticas de consolidación en los territorios,
comprendidas dentro las llamadas Iniciativa Regional Andina, Plan
Mérida y ahora la Alianza del Pacífico. Frente a esta presencia militar,
apoyada por los Estados Unidos y la Unión Europea, se fortalecen
bloques alternativos de integración continental como el
Alba,
Celac y
Unasur, que deben acercarse cada vez más a las organizaciones y
movimientos sociales que resisten en nuestros pueblos.
Constatamos también, que las comunidades, ante esta arremetida del
capitalismo acaparador, han denunciado su situación y movilizado la
solidaridad del mundo, constituyendo formas creativas de organizar el
territorio para resistir a los desplazadores y preservar la diversidad
de vidas en ellos contenidas. Se articulan en agremiaciones con otras
organizaciones sociales, salen a la calle a mostrarle a sus ciudadanos
el valor de la tierra, la amenaza a la soberanía alimentaria y la
destrucción ambiental que provocan los tratados del libre comercio. Así
mismo se movilizan para constituir gobiernos que garanticen la vida, la
autodeterminación y la dignidad de los pueblos.
Juzgamos, discernimos, oramos que la espiritualidad
de la tierra va mas allá de las religiones específicas y que está a la
base de las tradiciones indígenas, afrocolombianas y lo más auténtico de
las tradiciones religiosas. Que todas ven la tierra como una herencia
que no puede ser mercantilizada, que pertenece a las divinidades
dadoras de la vida, que debe ser consentida como madre que ofrenda vida a
sus hijos e hijas y posibilita la reproducción de todas las vidas.
En ella se basa la ley de origen de nuestros pueblos, es
Pacha Mama
en quechua,
Machs Amititg en nonam, y
Dayira Papa Drua en embera.
Nuestros pueblos originarios viven en la naturaleza, sus ritos nos
comunican con lo profundo, la raíz, con la territorialidad que somos:
fuego-sol, agua-sangre, viento-aliento, tierra-cuerpo.
En la Biblia es don de Dios, herencia, por eso Nabot no quiso
venderla a al Rey Ajab, quien, como todos los acaparadores, se vale de la
ley que mata y del engaño de los corruptos para apropiársela a fuerza
de crimen. En Jesús es lugar del pan, del pescado, del vino,
alimentos que el Padre Dios entregó a todas sus hijas e hijos en medio
de la tensión por la voracidad de otros reinos expropiadores, como
ocurrió en su tiempo con el reino de Roma, al que Jesús opuso el Reino
de Dios, aquel orden divino que busca garantizar la comida bendita,
repartida y donada para todas en el aquí y en el ahora.
Estas plurales espiritualidades nos mueven, en consecuencia, a
avanzar en la recuperación y defensa de la tierra como un derecho común
de todos los pueblos. Acción estratégica que, con tanta fuerza y
convicción, adelantan las comunidades presentes en nuestro encuentro pero
que las trasciende en la tarea global de garantizar la sobrevivencia
de las hijas e hijos de Dios Padre y Madre. Nos invita a ser
valientes, a dejar el miedo y mostrarnos como lo que somos, hijas e
hijos suyos, de la Madre Tierra, afirmando nuestra espiritualidad y
defendiendo los territorios.
Profetas y profetizas nos han precedido en la defensa de los
territorios e interceden y por esta causa. Palabras de monseñor
Leonidas Proaño resuenan en el corazón: “busco en todas partes
luchadores por la Paz y por la Vida. Debemos actuar antes de que sea
demasiado tarde, antes de que la invasión y la locura de unos hombres
conviertan a nuestro planeta tierra en un luna muerta, en un cementerio
del espacio”. Junto a él Oscar Romero, Dorothy Day, Luis Espinal,
Héctor Gallego, Jorge Gerardy, Yolanda Cerón, Camilo Torres, tantas y
tantos que se entregaron hasta el último aliento. Ellas y ellos
caminaron antes que nosotros hacia la construcción de una sociedad en
la que la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, la
fraternidad, la autodeterminación, la vida y la dignidad de los
pueblos sean posibles.
Nos motivamos a la acción, a pasar de los dichos a los hechos,
en lo micro, reconociendo el papel de la mujer, recuperando las
prácticas agroecológicas, la educación intercultural bilingüe, el
reciclaje, la recuperación y siembra de semillas propias como quinua,
morocho, chuchica, muyoco o aoca, la recuperación de la vestimenta
indígena, las artesanías, la musica originaria, las danzas, los
tejidos, las hierbas medicinales, las parteras y los médicos
tradicionales. Todas y todos debemos buscar tener nuestro “pedacito” de
tierra, así vivamos en ambientes urbanos.
Asumimos la tarea de articulación con otras redes nacionales e
internacionales de defensa de los territorios, que construyen
alternativas a la globalización del mercado, al acaparamiento de
tierras. Acordamos motivar la movilización social contra la
extranjerización, buscando legislaciones en nuestros países que la
impidan en la práctica y para exigir inversión en favor del pequeño
productor con acceso, control y uso de la tierra desde la
autodeterminación de los pueblos, buscando que se cancelen los tratados
de libre comercio donde los hay.
Actuamos desde la convicción de que los territorios son lugar
articulador de la exigencia de los derechos a la salud, a la
educación, a la vivienda, al trabajo, al medio ambiente sano y a un
entorno libre de la militarización. Acompañaremos, también, acciones
directas no violentas de recuperación material del derecho a la tierra
y haremos alianzas con quienes trabajan por la justicia agraria,
laboral y ambiental.
Nos unimos a las construcciones del movimiento social boliviano
apoyado por su presidente indígena en la búsqueda del poder del Estado
para campesinos, indígenas y afrodescendientes en el que todas y todos
quepamos; en el trabajo por una revolución agraria que garantice la
posesión y autodeterminación de nuestros pueblos sobre los
territorios como lo dice la Cloc-Vía Campesina.
En este encuentro nos hemos solidarizado con la
movilización agraria y popular en Colombia, en la que participan
indígenas, afrodescendientes y mestizos campesinos y otros
movimientos sociales; también con las aspiraciones de sectores del
pueblo ecuatoriano de preservar la Reserva Forestal del Yasuní.
Proponemos a las y los creyentes de la España indignada por el
capitalismo, víctima, también, de la burbuja inmobiliaria y otras
expresiones de la crisis del capital, que celebremos nuestro 4º
Encuentro Fe y Política en su resistente país, como un paso más del
trabajo en redes para la articulación de las resistencias de los pueblos
victimizados por el modelo.
Suscribimos en Quito, en la Universidad Andina Simón Bolívar, a los 31 días del mes de agosto de 2013