miércoles, 30 de julio de 2014

¿De qué color es la piel de Dios?




Piedad Bonnett 12 Jul 2014 - 9:00 pm

¿De qué color es la piel de Dios?

En la emisión de noticias UNO del domingo 6, el testimonio de Jonatan Martínez, un joven afrocolombiano, me conmovió profundamente.

Por: Piedad Bonnett
Jonatan, que es patrullero de la Policía, denunció ante la Fiscalía al sargento Freddy Quintero, jefe de contravenciones de la Policía de Bosa, por actos de racismo, tortura psicológica y discriminación. Según él —quien confiesa que ha tenido ideas suicidas a raíz del maltrato y cuya conmoción era evidente mientras narraba los hechos, hasta el punto de derramar lágrimas— su superior hace permanentemente alusión al color de su piel, a quien llama públicamente con expresiones como “venga, negro hijueputa, retostado”. “Estaba yo en un restaurante al frente de la estación, comiendo —contó el patrullero— y desde allá me gritó que esclavo, que qué hace allá, que pase a lavar los baños, es que no se les pueden soltar las cadenas a ustedes”.
Cuando Jonatan Martínez, exponiéndose a todo tipo de retaliaciones, se decide a denunciar, indignado por las humillaciones que sufre cotidianamente, no habla sólo por él, sino por muchos que en este país están expuestos a maltrato y discriminación cotidiana por el simple hecho de ser negros. Y digo negros con toda conciencia, porque me parece una palabra bonita y porque si no hubiera tanto prejuicio racial no tendríamos que acudir a eufemismos nacidos de la ultracorrección política. No lo conozco, pero puedo imaginar que la vida para Jonatan no ha sido fácil, porque no lo es para casi ningún negro colombiano. Muy probablemente pertenece a una familia pobre, se educó con dificultad y escogió la Policía como una opción de supervivencia, porque según el informe de 2012 de la Misión de Movilidad Social y Equidad, tan sólo uno de cada cinco afrocolombianos ingresa al nivel de educación superior, y uno de cada dos está desempleado. Y fuera de eso, tiene ahora que aguantar que un racista con poder —para más veras un miembro de la Policía, que debería ser un defensor de los derechos humanos— abuse de él y se regocije públicamente recordándole que sus antepasados fueron secuestrados de sus tierras y traídos en barcos ignominiosos a servir como esclavos a estas tierras. No hay derecho.
Pero es que la discriminación contra las comunidades negras empieza, bien sabemos, por la desidia del Estado. Esta semana, en el marco de la Conferencia Episcopal, monseñor García, obispo de Itsmina-Tadó, volvió a recordarnos que en el Chocó, de población mayoritariamente negra, “no se vive en condiciones humanamente dignas”. Y la prensa reprodujo las declaraciones de Richard Moreno, miembro del Foro Interétnico Solidaridad Chocó, según las cuales “mueren más personas por falta de atención en salud que por el desarrollo de las acciones bélicas”. El índice de pobreza extrema del Chocó es del 48,7%, y un 80% no tiene acueducto y alcantarillado.
Si se probara que el sargento Freddy Quintero es culpable, tendría que tener sanciones ejemplares. Y las organizaciones antirracistas tendrían que hacer del caso de Jonatan un hecho emblemático. Porque, como dice la pancarta del Mundial, hay que decir NO al racismo.

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